martes, 6 de marzo de 2012

DERECHOS DEL LECTOR


En este nuevo post os quiero presentar los DERECHOS DEL LECTOR por DANIEL PENNAC.

Una lista provisional de los derechos del lector la formulaba el escritor francés Daniel Pennac en Como una novela (1992). En esa obra recriminaba a los adultos imponer la obligación de leer con argumentos tan fáciles de suscribir como los siguientes:
En materia de lectura, nosotros «lectores» nos per­mitimos todos los derechos, comenzando por aquellos que negamos a los jóvenes a los que pretendemos iniciar en la lectura:
  1. El derecho a no leer.
  2. Daniel PennacEl derecho a saltarnos páginas.
  3. El derecho a no terminar un libro.
  4. El derecho a releer.
  5. El derecho a leer cualquier cosa.
  6. El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual).
  7. El derecho a leer en cualquier sitio.
  8. El derechoa a hojear.
  9. El derecho a leer en voz alta.
  10. El derecho a callarnos.
Daniel Pennac

En su experiencia como docente Pennac llegó a la conclusión que para hacer nuevos lectores no hay que obligar al niño a leer lecturas aburridas, sino contagiarle el amor por la lectura.

¿Por qué la mayoría de los lectores suelen haber tenido unos padres también lectores?

Es más importante entusiasmar al alumno para que comience a leer por puro placer, que pasarse todo un curso machacándolo con lecturas obligatorias o tildándolre de buen o mal estudiante.

• Las conclusiones de Daniel Pennac quedaron plasmadas en su conocido decálogo:
En 2009 se lanza en Francia una campaña para animar a la lectura a los jovenes franceses, el cartel realizado por Quentin Blake y que se colgo en colegios, bibliotecas y librerias todavía hoy esta vigente. El primero que he puesto esta traducido, pero el original es este que os muestro a continuación.
 

domingo, 29 de enero de 2012

"UN CULETE INDEPENDIENTE"

Cada vez que César Pompeyo se portaba mal, su mamá le daba un par de azotes en el culete regordete.
Y cada vez que César Pompeyo desobedecía a su mamá, su mamá le daba un par de azotes en el culete regordete.
Y cada vez que su mamá decía: “¡ Me tienes harta!”, ya era seguro que le iba a dar un par de azotes en el culete regordete.
Hasta que un día, el culete le dijo a César Pompeyo:
-Pórtate bien, César Pompeyo, que siempre me toca a mí recibir los azotes.
Pero César Pompeyo siguió portándose mal.
¿Y qué hizo su mamá?
Pues le dió un par de azotes en el culete regordete.





Así que aquella noche, cuando ya estaban todos en la cama, el culete le dijó a César Pompeyo:
-¡Basta ya! Como he visto que no vas a ser bueno, he decidido marcharme y dejarte solo.
Se bajó de la cama y se fue.
Y César Pompeyo se quedó sin su culete.
“No me importa. No me hacía ninguna falta”, pensó
Pero a la mañana siguiente, cuando fue a desayunar, no pudo sentarse, porque no tenía culete.
Y cuando sus amigos se sentaron en el columpio, él no pudo.
¿Sabeís por qué? Porque no tenía culete.
Y tampoco pudo montar en bici, ni en los caballitos; ni tirarse por el tobogán en el parque.
Entonces pensó:
“¡Vuelve culete, que ya voy a portarme bien…!
Y aquella noche se durmió llorando.
Cuando se despertó al día siguiente, se echó la mano atrás despacito, y…
¡El culete había vuelto y estaba allí, donde siempre!
César Pompeyo dijo:
-¡Hola culete!
Y se fue a desayunar muy contento.
Se lo comió todo y no se manchó nada.
Su mamá pensó:
“¡Que bien se porta mi César Pompeyo!”
Y, desde aquel día, el culete de César Pompeyo fue el culete más mimado de todos los culetes del mundo.
¡Y colorín colorado el cuento de César Pompeyo se ha terminado!